sábado, 29 de marzo de 2008

De regreso al nido I

Estuve ausente por mucho tiempo, pero siempre estaba presente en mi mente la idea de regresar a mi nido: mi hogar, mis proyectos, mi mundo interior... Prometí que volvería como comenté en este post y en el camino decidí dejar todo para quedarme. En diciembre, luego de haber macerado la idea de dejar de trabajar por meses y ver-no ver a mi pequeño Ignacio crecer a una velocidad fuera de esta dimensión, finalmente decidí que debía regresar al nido, que lo necesitaba (quizás más que mi hijo) y por qué no, que me lo merecía.

Debo confesar que tardé en tomar la decisión por cobardía. Como a muchos, el cambio me atrae, pero al mismo tiempo, me aterra. Temía que salir de mi zona de seguridad, me afectaría y me perdería en el camino. Me gusta trabajar y me gustaba mi trabajo y nunca pensé que la maternidad iba a cambiar tanto mis perspectivas. Pero ahora, debo decir que no me arrepiento de estar de este lado, disfrutando cada día, hora, minuto y segundo de mi hijo. He comprobado con sorpresa que es mucho más agotador que estar en la oficina, pero la satisfacción es plena. A todas las madres que, como yo, tengan la oportunidad de hacerlo les recomiendo que no lo piensen dos veces.

Debo agradecer a mi esposo, por no dejar de insistir de que acepte el riesgo. Gracias a él, además de poderme darme el lujo de estar aquí, he podido revivir en mi mente aquellos proyectos personales que se quedaron durmiendo en algún lugar de la memoria por mucho tiempo. Ponerlos en práctica es ahora una de mis grandes ilusiones.