lunes, 9 de julio de 2007

Mañanas maternas

Siete y cuarto de la mañana, suena el celular-despertador. Su sonido interrumpe la aventura que vivía en sueños y me susurra al oído de que debo quedarme un rato más en la cama, así que, le hago caso y sigo durmiendo. Segundo aviso de alarma. Ya quedan sólo cinco minutos para las 7:30-hora límite. Me levanto lentamente, sin ninguna coordinación en mis movimientos. Cojo a tientas la toalla. Abro el caño de la ducha. El frío de mi desnudez me permite recobrar la conciencia. Aflora la esperanza de que el agua logre limpiar mi cansancio. Me visto y por primera vez en el día, me miro al espejo. Tardo unos segundos en reconocerme y reflexiono sobre el paso del tiempo. Mis ojeras me recuerdan que a pesar de que el cansancio del día anterior ha sido limpiado, las huellas quedan. Acomodo los cojines, tres en total: la lactancia ha de ser cómoda para ambos. Son casi las ocho. Debo dar un beso al príncipe para que despierte. Sonrié, a veces llora; pero siempre parece que sigue soñando. Llegamos a la cama, trato de acomodarme sin despertarlo, pero se da cuenta de mi poca pericia y se queja. Hasta que encontramos el equilibrio. Momento de relax para ambos: la mejor parte del sueño llegó y se siente tan real, creo que piensa. Yo, prendo la televisión y me sumerjo en la realidad, por un momento. Veinte minutos después, él sigue durmiendo o despierta contento. A veces, nos acompaña a tomar desayuno. El tiempo que queda es poco y doy gracias porque no me permite darme cuenta de que lo voy a extrañar. Sólo pienso que más rápido pasarán las siguientes horas para nuestro próximo encuentro.

2 comentarios:

x1 dijo...

Disfruta el tiempo con Ignacio =)

BlogEmario dijo...

Oli, este post está precioso. No te conozco, no me conoces. Pero parece que compartimos la misma afición: los bebés-hijos, a pesar de que para mí aún son un proyecto que anhelo con la misma devoción con la que tú describes el contacto con el tuyo propio. Gracias por escribir así. Está precioso.
Cariños desde acá!
Ana.